El cerro Mirador del Morado está ubicado en el valle Morales, en el Cajón del Maipo, Región Metropolitana. Esta cumbre probablemente no es tan conocida como su vecino “El Morado”, sin embargo, posee una belleza digna de conocer. Con sus 3.883 msnm, presenta una vista -como su nombre bien lo indica- fantástica de la cara Sur del Morado, junto con el glaciar de esta misma cara y el colgante que cae hacia el Este sobre la famosa y concurrida Laguna del Morado.
Es un cerro de primavera, aunque eso no quiere decir que no se pueda subir en otras épocas. El ingreso se hace por “Baños Morales” y requiere 2 días para alcanzar su cumbre. Existen 3 rutas descritas, siendo aquella que va a través del glaciar San Francisco, la más accesible y menos expuesta, y es la ruta que describo aquí.
Tiempo invertido: 2 días
Largo total de la Ruta realizada: 27.2 kilómetros
Altura máxima alcanzada: 3.883 msnm
Desnivel total alcanzado: 1.985 metros
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DESCRIPCIÓN DE EQUIPO
Considerar equipo de alta montaña y enfocado en progresión glaciar/rescate grietas. Dependiendo de la época del año y las condiciones de la nieve, el hielo y el glaciar, es el equipo que deberán llevar. El descrito aquí está considerado para una época del año donde hay abundantes grietas en el glaciar.
- Zapatos cramponables (no es necesario doble botín para esta fecha)
- Crampones para terreno mixto
- Equipo progresión glaciar (Casco, Arnés, cuerda, mosquetones, poleas, tornillos, etc)
- Piolet (idealmente técnico)
APROXIMACIÓN
- Tomar Av. La Florida y continuar derecho hasta que se transforma en Camino el Volcán (ruta hacia San José de Maipo) y avanzar hasta el último poblado, llamado San Gabriel.
- Desde San Gabriel seguir por la misma ruta hasta Baños Morales, ubicado aproximadamente a 20 kilómetros. En este punto existe un evidente cartel que indica el desvío hacia la izquierda. En Baños Morales encontrarán una caseta de CONAF, desde donde comienza el circuito.
CONSIDERACIONES SOBRE LA RUTA
- Si bien, esta no es una ruta infrecuente de realizar por los montañistas, la información que se puede recopilar es escasa y no de las mejores.
- La ruta normal por el Glaciar San Francisco, si bien está descrita en Andeshandbook, no es tan precisa y por ende -a mi parecer- es recomendable apoyarse con uso de GPS (recordar que se asciende de noche). Probablemente si se guían por esta, deberán seguir más sus instintos que la descripción misma de la ruta.
- En caso de desear descargar el track de GPS, estos los pueden encontrar aquí.
RELATO DE LA ASCENSIÓN
La idea y la preparación
Como ya es costumbre, fin de semana largo es igual a salida de montaña. Es así como figuraba con este fin de semana y aún sin un lugar definido donde aventurarme. Tenía claro, sin embargo, que sería un lugar nuevo e idealmente con hielo y nieve, ya que no estaba dispuesto a subir otra vez hacia el sector del Plomo y sus alrededores, donde conocía más que suficiente de momento. Contacté a mí amigo Yamir, quien a pesar de venir saliendo recientemente de una cirugía nasal -no, no se respingó la nariz-, estaba con todas las ganas de probarse e intentar alguna cumbre, por lo que comenzamos a proponer ideas, ganando fuerza la de ascender el Volcán San José por la ruta normal en 3 días. Toda la semana previa estuvimos revisando el clima constantemente, y si bien se pronosticaba extremadamente frío -algo así como -25° en cumbre- el clima se veía estable y apto para intentarlo, a pesar de que ya desde comienzos de semana se oía por las noticias que llovería ese sábado en Santiago (¿¡quien le cree al tiempo!?). Faltaban solo dos días, y teniendo ya todo planificado, un amigo me envió una actualización del clima donde describía el día cumbre con vientos de 100 km/hr y temperaturas de hasta -30°C. Se trataba de Oliver Bravo, un amigo con quien había estado charlando para ingresar a formar parte del CAU (Club Andino Universitario), y quien a último momento me había propuesto realizar la ruta del Mirador del Morado por el glaciar, pero que había rechazado por tener la ruta del San José ya lista. No había nada más que decir. No existía opción alguna que lográsemos subir el San José en dichas condiciones, y, por otro lado, la ruta del Mirador ofrecía atractivos que no conocía en lo absoluto; hacer progresión por glaciar. Aquello, si bien se presentaba como un excelente panorama y una instancia fantástica para aprender, presentaba el problema no menor de que por esas épocas, mis conocimientos en manejo de cuerda y rescate eran nulos.
Hablé con Yamir y le conté el cambio de planes. Él estaba de acuerdo y feliz de ir al Mirador, pero no solo eso, como sabía que yo no tenía conocimientos en progresión de glaciar, se ofreció a viajar un día antes desde Viña -donde vive- para hacerme una clase express con todo el equipo necesario. Fue así que el viernes 1ro de mayo lo recibí en mi casa con un buen asado, micheladas y toda la disposición para aprender lo necesario para la salida de los días siguientes.Junto con mi hermana -quien hace escalada deportiva- estuvimos la tarde completa escuchando las instrucciones, viendo videos y practicando con las cuerdas y el resto del equipo. Cuando dieron las 23:00 aún no tenía ni siquiera mi mochila armada, sin embargo, después de horas de practicar nudos, encordamiento y polipastos, al menos ya podía decir que algo sabía y me sentía un poco más seguro de lo que vendría los días siguientes.
DÍA 1, Sábado 02 Mayo
Santiago – Baños Morales – Laguna de Morales – Campamento 1
Inevitablemente debíamos quedarnos dormidos. Para quienes ya han leído mis relatos, sabrán entonces que este es un buen presagio y por ende una buena aventura. Salíamos atrasados como era de esperar, sin embargo, la “olvidadez” de mi amigo Oliver hizo de las suyas, haciéndolo devolverse a casa por su carnet de federado. Cuento corto, el único a la hora esperando en el punto de encuentro era Diego Ibaceta, amigo de Oliver. Diego es abogado, y además al igual que Oliver, por estas épocas formaba parte de la directiva del CAU. Hechas las presentaciones, no quedaba más que cargar y partir el largo trayecto que nos separaba del Cajón del Maipo, lugar de inicio de nuestra travesía.
Una vez en Baños Morales, Diego y Yamir establecieron bien las prioridades y antes de cualquier cosa, ya figuraban ambos comprando las empanadas de horno típicas del sector. Finalizada esta prioridad #1, pudimos recién dar paso a descargar el auto, ordenar nuestras mochilas y dirigirnos a la entrada de la CONAF, donde inevitablemente el guarda parque lo primero que nos indicó fue que no se podía acampar en el sector. Nos llevó una charla, la confirmación de aviso a Carabineros y al CAU, la acreditación de federados y una llamada telefónica a un contacto que uno de nosotros tenía en la CONAF para que nos dieran el visto bueno y nos permitieran pasar al parque. Éste, era el punto crítico de nuestra aventura, ya que en la teoría no nos deberían haber dejado pasar a acampar. Esto a raíz aparentemente de un accidente ocurrido hace algún tiempo y que le costó la vida a uno de los integrantes de aquella expedición. En este contexto, algunos de nosotros ya sospechábamos que terminaríamos quizá que cerro subiendo para no quedarnos con los crespos hechos, lo cual por suerte no ocurrió.
Partimos tarde nuestra caminata. Eran ya las 12:30 cuando recién nos pusimos las mochilas y comenzamos nuestro trayecto. El día nos acompañaba con un sol que ocasionalmente se cubría de una que otra nube, y caminábamos entre varios turistas que de cuanto en cuanto daban una mirada curiosa a nuestras mochilas adornadas por sendas estacas, cuerdas, cascos y piolets. El camino -suficientemente amplio como para un auto- ganaba altura lentamente dando curvas acá y allá, y en clara dirección hacia el final del Valle de Morales, donde a lo lejos se alcanzaba a divisar un gran circo formado por el Cerro Morado, el Cerro Unión y entre estos dos -superpuesto- nuestro objetivo; el Cerro Mirador del Morado. Caminamos con la calma de quien le sobra el tiempo, parando aquí y allá de vez en cuando. Más o menos a la hora de caminata (3km) nos cruzamos con el desvío hacia Aguas Panimávidas -una vega con pozones- a la cual no le dimos mucha importancia, y un par de kilómetros más allá -dos para ser exactos- llegamos a nuestro primer hito de importancia, la Laguna de Morales, donde dejamos nuestras cosas y paramos a descansar por un rato. A estas alturas el tiempo había cambiado bastante de lo que fue cuando partimos, cubriéndose de amenazantes nubes que ya nos impedían ver las cumbres cercanas. Seguimos avanzando otros 3 kilómetros más, hasta llegar a un mirador con vista hacia el glaciar y un gran cartel de “Prohibido Pasar”, que daba por finalizado el trekking de CONAF. Aquí comenzaba la subida de verdad, ganando altura la ruta a través de un pequeño cajón que nos conduciría hacia el supuesto Plateau descrito en la ruta.
Podríamos decir que desde el mirador la ruta comenzó de verdad. Todo el trayecto previamente recorrido no había sido más que un suave acercamiento. Aquí, terminaba la autopista plana por la que habíamos venido transitando y comenzaban las piedras cubiertas de esa agradable -pero traicionera- nieve polvo que la noche previa había adornado las cumbres. La ruta tomaba un pequeño cajón hacia la derecha, muy fácil de identificar, por la presencia de dos morros de roca sobre este, y que va junto al cauce de un riachuelo que nos abastece de agua hasta bien arriba. La subida no tiene dificultad alguna y la única precaución que se debe tener, es no pegarse demasiado a la ladera de la izquierda por el riesgo de desprendimiento de material. Cuando llegamos a la altura de los morros, ya se hacía tarde y el frío comenzaba a hacerse notar, acentuado por ocasionales ráfagas de viento que levantaban buena nieve polvo sobre nosotros. Ya caminábamos sobre nieve virgen más profunda y las primeras lenguas de glaciar comenzaban a aparecer, sin embargo, no nos quedaba muy claro donde realmente estaba el plateau. Habiendo ganado bastante altura, y estando muy cerca de lo que nosotros creíamos que podría ser el sitio de campamento 1, decidimos innovar y bajar a una lengua de glaciar que se veía segura y suficientemente plana como para acampar.
Después de emparejar un poco la nieve, armamos nuestras carpas sobre el glaciar, agradeciendo haber llevado piolets martillo para poder clavar las estacas en ese durísimo hielo. Establecido nuestro campamento, nos metimos a las carpas a capear el frío y comenzamos a cocinar mientras estudiábamos la ruta para el día siguiente. Mientras estábamos en eso, comenzó a bajar la temperatura y al poco rato empezó una nevazón que intermitentemente nos despertaría durante la noche, haciéndonos dudar si podríamos o no subir el día siguiente.
DISTANCIA: 9.53 kilómetros
DESNIVEL: 973 metros
ALTURA MÁXIMA: 2.871 msnm
TIEMPO INVERTIDO
- CONAF – Laguna Morado → 02:30 horas
- Laguna Morado – Campamento 1 → 02:30 hora
- TOTAL → 05:30 horas
DÍA 2, Domingo 03 Mayo
Plateau – Glaciar San Francisco – Cumbre – Plateau – Santiago
Cuando desperté, lo primero que recordé fue lo intenso que se escuchaba la nieve caer sobre la carpa durante la noche, y no pude evitar que se vinieran a mi mente las imágenes de traicioneras y ocultas grietas tapadas con nieve polvo. Por eso, antes de hacer cualquier cosa, abrí la puerta de la carpa para ver que sorpresa nos depararía la montaña. Que felicidad fue encontrarse con un cielo totalmente despejado e iluminado por una inmensa luna llena. La nieve, que tan fuerte se había escuchado durante la noche, no había logrado superar los 10 cms, lo cual me tranquilizaba enormemente. Al lado mío, Yamir hacía lo suyo intentando despertar después de una poco reponedora noche interrumpida por su tos de perro que, suerte la mía, nunca escuché. Comenzamos las tareas de orden y desayuno, mientras mi amigo -entre tos y tos- me planteaba que no se sentía en las mejores condiciones para subir, pero que de todas formas saldría con nosotros para evaluar cómo seguía y según eso emprendería el retorno.
A las 6 am nos reunimos y repartimos el equipo que cada uno llevaría. Quince minutos después emprendíamos nuestra caminata rumbo a las faldas del Mirador para tomar la ruta que el día previo habíamos visualizado. Empezamos a avanzar remontándonos por la ladera izquierda para evitar la lengua de glaciar, hasta que llegamos casi a las faldas. En ese punto teníamos dos posibles opciones. Las indicaciones de AHB no eran muy claras, sin embargo, al menos a mí me impresionaba que la ruta debía ir bordeando el cerro mismo en un primer inicio y que luego se abría sobre el glaciar San Francisco, sin embargo, para llevar a cabo esa ruta debíamos perder altura desde donde estábamos y volver a subir, lo cual lo hacía poco atractivo. A cambio, inmediatamente a nuestra izquierda se abría una posible ruta que iba paralelo a las faldas, pero separada por un filo y un morro más arriba, el cual nos parecía podríamos rodear más adelante, y retomar la ruta “original”. Lo conversamos entre todos y llegamos a la conclusión que intentaríamos nuestra ruta alternativa. Esta ganaba altura rápidamente por terreno rocoso cubierto de nieve reciente, llegando a alcanzar fácilmente los 45° de pendiente. Aquí era el punto de no retorno de mi amigo Yamir, ya que bajar esa pendiente de noche y solo no era la mejor idea, y aún faltaba para que amaneciese. Finalmente decidió optar por la sensatez y no ponerse en riesgo él ni el éxito de la ascensión, devolviéndose al campamento.
Habíamos ganado buenos metros de desnivel y estábamos ya alcanzando el morro que habíamos visto desde abajo, mas deberíamos seguir subiendo, ya que este, que se veía pequeño desde abajo, en realidad continuaba hacia atrás, sin darnos paso aún. Cuando logramos por fin dar con un portezuelo hacia las faldas del Mirador, estábamos a buena altura y no era ni necesario mirar para saber que la bajada que había del otro lado del portezuelo era asesina. Diego y yo nos sentamos mientras Oliver iba a investigar. La bajada si bien era realizable, tenía muchísima pendiente y perderíamos mucho de la altura ganada. No parecía la opción más sensata, por lo que decidimos seguir avanzando por donde ya íbamos, dando un rodeo un poco más amplio solamente. Hasta ese momento siempre habíamos pensado que íbamos por una ruta diferente, por lo que fue una grata sorpresa cuando inesperadamente nos encontramos un monolito a mitad de nuestro camino. Mirando en retrospectiva, y con las imágenes de Andes, pareciera ser que las dos rutas que teníamos en mente eran las originales, solo que ambas se unían más allá del punto donde Oliver había ido a investigar. Al poco andar nos pillamos con el inicio del glaciar, donde nos detuvimos para equiparnos y encordarnos.
Aquí comenzaba la aventura de verdad y donde tendría que poner a prueba todo lo aprendido con Yamir. Mientras Oliver se encargaba de la tarea de dividir la cuerda, yo me encargaba de instalar mis crampones y asegurar mi arnés junto con los tornillos de hielo, mosquetones, cintas y cuerdas, todo al alcance de la mano de ser necesario. Diego abriría ruta y Oliver cerraría, para dejarme a mí -que tenía cero experiencia- al medio en caso de cualquier accidente. Cuando estábamos por partir, Diego tuvo que detenerse ya que uno de sus crampones se había suelto, anticipando la dinámica del día jajaja. Resuelto este pequeño inconveniente -que se repetiría unas cuantas veces más, casi sacando de quicio a mi compañero- comenzamos el avance por la nieve y las rocas hasta alcanzar pocos metros más allá el glaciar. Desde el verano pasado que no utilizaba mis crampones y se sentía de maravilla estar caminando nuevamente sobre el hielo. Ir encordado solo lo hacía más entretenido y fueron necesarios sólo un par de minutos para que me sintiera cómodo y adquiriera la dinámica de progresión. ¡¡Realmente me sentía “en mi salsa”!!
A medida que fuimos avanzando, la ruta comenzó a ganar un poco de pendiente y empezaron a aparecer las primeras grietas. Fue toda una emoción cruzar la primera de tamaño aceptable y ver cómo se perdía la vista al mirar abajo. Realmente uno no tiene noción alguna del espesor que puede llegar a tener un glaciar hasta que realmente estas parado al borde de una grieta. Más allá la ruta seguiría subiendo y nos encontraríamos con otras grietas bastante más grande que debimos cruzar por puentes de nieve, mi segundo desafío después de cruzar mi primera grieta, y que pondría a prueba mis nervios… solo pensar que todo mi peso estaba siendo soportado por esa nieve que tapaba la grieta me ponía los pelos de punta. Debo aceptar eso sí, que a pesar del respeto que me merecían, sus colores blanco azulados y la desconocida profundidad que tenían, ¡me llamaban a querer verlas de cerca!
La ruta en este punto se convirtió en un desafío de buscar la mejor forma de lograr esquivar la mayor cantidad de grietas que nos impedían el paso, ya que el calor había hecho lo suyo y muchísimas de estas estaban bastante abiertas y con escasos puentes que utilizar, pero al menos siempre se pudo encontrar la forma de pasar. Cada vez que avanzábamos estaba más sorprendido y fascinado por el hecho de estar ahí, aunque no niego que estos glaciares -como mínimo- generan su respeto, ya que cualquier error puede costar caro. Después de un par de subidas más, incluida una no muy larga, pero de unos 45° y que probablemente fue la zona de mayor dificultad porque a los pies de esta había un grietón, llegamos finalmente al segundo plateau del glaciar. Hasta el momento, si bien estábamos disfrutando al máximo la travesía, creo los tres teníamos la idea de que probablemente la cumbre no la alcanzaríamos por lo largo que se nos había hecho hasta ahora recorrer el glaciar. Teníamos como hora tope inicial las 12:00, la cual extendimos posteriormente a las 13:00, mas la cumbre aún se veía lejos.
El trayecto desde el plateau hasta nuestro siguiente hito -un monolito de concreto- fue prácticamente sobre nieve y piedras, pero dado que no sabíamos que nos esperaba tras cada subida, decidimos mantenernos encordados y seguir avanzando. Sorprendentemente, tras lo que recuerdo fueron no más de 40 minutos, logramos llegar finalmente al filo mismo del Cerro Mirador. En este punto, se ubica un monolito de cemento muy fácil de reconocer, y es el sector donde además llega la famosa canaleta que no se debe subir, y que está descrita en AHB.
Eran las 12:30 cuando, tras desencordarnos y abandonar nuestras mochilas, estuvimos listos para atacar cumbre desde el monolito. Teníamos 30 minutos para llegar hasta arriba, y algo me decía que Oliver -jefe de grupo- hablaba en serio cuando dijo que si no alcanzábamos cumbre en ese tiempo daríamos media vuelta. La ruta siguió bordeando un filo, a cuya derecha logramos apreciar la larga canaleta descrita como no apta para subir, lo cual entendí perfectamente tras darle un vistazo, ya que además del material que desprende, una caída ahí es imposible de contar. Poco más allá se apreciaba la amplia ladera Norte del cerro, que en nuestro caso estaba cubierta de nieve solo algunos metros más allá, revelando un poco amigable acarreo, que nos enlenteció bastante la marcha. Aquí, la ruta es simplemente deductiva, ya que la huella que se observa en el inicio luego desaparece, sin dejar un rastro evidente, o al menos alguno que nosotros pudiésemos identificar. Desde esta perspectiva, se hace un tanto difícil definir cuál de las dos cumbres que se ven, es realmente la verdadera, para lo cual el GPS nos facilitó bastante la decisión. Desde el comienzo del monolito se visualizan dos posibles cumbres, siendo la verdadera, aquella ubicada más hacia la izquierda. La de la derecha, y más cercana, podría confundir ya que desde abajo se ve el inicio de una huella en dirección a esta.
Avanzamos rápidamente por el acarreo a pesar de que de vez en cuando, tras un paso, retrocedíamos otro. Zigzagueamos hasta que finalmente logramos llegar al complejo de rocas que dominaba el filo cumbrero, el cual remontamos sin mucha dificultad y luego enfilamos hacia nuestro objetivo. Cuando eran las 12:57 llegamos finalmente a la pequeña, y tan anhelada cumbre del Cerro Mirador del Morado, donde nos dimos el infaltable abrazo cumbrero y las felicitaciones por nuestra nueva conquista. Aquí, se entiende el por qué del nombre de cerro, el cual sin lugar a dudas hace más que honores a dicho nombre. Teníamos una vista maravillosa del majestuoso Cerro Morado con sus glaciares y su famosa cara Sur, ruta que es un sueño de muchos.
Estuvimos exactamente 13 minutos en la cumbre, tiempo más que suficiente para disfrutar la bella panorámica del valle, su glaciar y el Morado de fondo. A pesar de que en otras situaciones me hubiese dado el tiempo de tirarme y descansar un poco, el tiempo contra reloj que teníamos nos obligaba a bajar cuanto antes. Si bien, la bajada sería algo más expedita, tampoco lo sería mucho más, ya que de todas formas deberíamos bajar encordados, y abajo aún nos esperaban las carpas por desarmar.
Rápidamente estuvimos de vuelta en el monolito, donde nos encordamos y calzamos las mochilas. Desde ese punto retomamos la ruta que ya habíamos marcado, lo cual nos hizo bastante más sencillo el avanzar, siendo probablemente la única parte un poco más compleja, aquella subida -ahora bajada- de 45°, la cual debimos bajar asegurándonos entre nosotros desde arriba y usando piolet y crampones para no resbalar a la grieta que había más abajo. Una vez pasado este punto, el resto del glaciar fue extremadamente expedito y pronto estábamos desencordados otra vez, y bajando por donde mismo habíamos venido. La única variante que realizamos, y que podrán apreciar en la ruta KMZ, fue un desvío para evitar la primera subida que hicimos de noche y donde nos separamos de Yamir, ya que el terreno y la gran pendiente harían un tanto peligroso el descenso. Nuestra alternativa, fue una improvisada bajada por un acarreo del todo resbaladizo, y que tengo mis serias dudas si fue más sencillo que nuestra ruta de subida. De cualquier forma, todo lo que sube tiene que bajar, y así terminamos finalmente retomando nuestra ruta que al poco andar nos llevaría a nuestro campamento. Ahí nos esperaba Yamir, quien ya a estas alturas literalmente se preparaba para ir a nuestro rescate, pensando que habíamos tenido algún tipo de accidente. Y no es para menos, ya que eran las 17:00 cuando logramos regresar al campamento, 11 horas después del inicio de nuestra travesía.
Sin duda se nos estaba haciendo tarde, y aún nos quedaba bastante por recorrer, por lo que descanso esta vez prácticamente no hubo. Ordenamos corriendo nuestro campamento y partimos cuesta abajo, sin embargo, ya por la hora, sabíamos que nunca alcanzaríamos a llegar antes que cerraran el parque. Fueron los 17 kilómetros más largos que he caminado en mucho tiempo, donde la última hora y media la hicimos a oscuras, y expensas de una luna llena que brillaba como un gigantesco foco LED en el cielo. Cuando finalmente logramos salir del parque (tras conseguir que el guarda parques nos abriese), mis pies bramaban de dolor y el cansancio se sentía en el ambiente, sin embargo, la sensación de haber realizado esa increíble expedición y haber logrado la cumbre, sobrepasaba cualquier otro sentimiento diferente a la felicidad. Había sido un fin de semana de aquellos para rememorar.
DISTANCIA: 17.7 kilómetros
DESNIVEL: +1.012 metros / – 1.985 metros
ALTURA MÁXIMA: 3.883 msnm
TIEMPO INVERTIDO
- Campamento 1 – Monolito → 06:00 horas
- Monolito – Cumbre Mirador del Morado → 00:27 horas
- Cumbre – Campamento 1 → 3:50 horas
- Campamento 1 – CONAF → 3:00 horas
- TOTAL → 15:00 horas
AGRADECIMIENTOS
A Camila Del Río, mi editora oficial desde ya varias bitácoras.
A mi amigo Negro Yamir, quien se preocupó de llegar un día completo antes a Santiago solo para hacerme un entrenamiento en manejo de cuerdas y progresión.
A Diego Ibaceta por haber sido el fotógrafo del día
REFERENCIAS
Ruta normal por glaciar San Francisco – Andeshandbook
4 comentarios
Amazing. que buena faceta sacaste aquí camilo. Ojalá se llene pronto de bitácoras de cerros que encontremos por estos lados. felicitaciones, muy buena!
Gracias Diegazo! Vamos por alguna bitácora juntos. Que tal te suena “Puntiagudo, desafío de hielos” ?? Un abrazo
Excelente trabajo conjunto con Volkanica!
A los lectores, estén atentos al Blog VIVO de Volkanica, excelente material disponible.